¡Hola a todos!
Hoy os voy a hablar sobre el viaje más bonito y especial que he realizado por ahora, mi viaje a Italia.
Desde que era pequeña mi abuela me prometió hacer un viaje juntas y fue en la Semana Santa de 2011 cuando se hizo realidad. No teniamos muy claro si ir a Francia o a Italia pero finalmente el ganador fue Italia, y para nada nos arrepentimos.
Una vez elegido el destino queríamos que el viaje fuese diferente, en el que pudiéramos ver todos los paisajes posibles, y por supuesto que fuese económico; así que un día fuimos a una agencia de viajes a preguntar y salimos con un circuito por Italia en ¡AUTOBÚS!. Cuando les dije a mis amigos que ese iba a ser mi medio de transporte en el viaje, inmediatamente me dijeron que estaba loca, y razón no les faltaba pero yo estaba muy entusiasmada.
Por fin llegó el ansiado día, a partir de ahí nos esperaban cinco días perfectos e inolvidables. Salimos desde Bilbao a las 9 de la noche. Tuvimos la suerte de que nos tocaron unos asientos en los que el respaldo se podía inclinar del todo sin molestar a nadie, menos mal porque nos esperaba una larga noche.
Esa noche coincidió que el Real Madrid y el F.C. Barcelona jugaban un importante partido (con victoria del primero), por lo que hasta que no acabó las luces no se apagaron. Empezaba una noche sin pegar ojo: el aire acondicionado estaba a tope, los asientos eran incómodos, la gente roncaba...
Después de hacer las paradas obligatorias durante la madrugada, llegamos a Verona al mediodía. ¡Qué ciudad tan bonita! Lo primero que vimos al bajar del autobus fue un impresionante Coliseo, muy parecido al de Roma. Pero donde sin duda todos queríamos ir era a la casa de Julieta. Se podía ver su famoso balcón, una estatua de ella y al lado la típica tienda de souvenirs que quizás rompía un poco ese ambiente tan romántico.
Después de comprar nuestros primeros recuerdos del viaje en el mercado de la plaza central, fuimos a la calle principal, en la cual todas las tiendas de grandes firmas hacían que me volviese loca por cada escaparate que veía.
Pero llegó el triste momento de despedirnos de Verona, solo había estado cuatro horas y ya estaba enamorada de ella, aunque en el fondo quería irme ya porque el próximo destino era Venecia.
Paramos a comer en un restaurante de carretera y fue ahí donde probé la pizza más rica que he comido hasta ahora, una pizza margarita recién salida del horno. IN-CRE-Í-BLE.
Tras 21 horas de viaje desde Bilbao, por fin llegamos a la Ciudad del Amor, Venecia. Aquí ibamos a estar dos días, los mejores.
Después de estar años viendo películas de Venecia a través del televisor, por fin estaba allí. Las góndolas, el Gran Canal, los canales... y por supuesto la Plaza San Marcos.
Todo era de película, precioso. Con una guía local estuvimos descubriendo algunos lugares de la ciudad, acabando en una fábrica de cristal de Murano. Vimos toda la elaboración de este tipo de cristal pero lo que más me llamó la atención fue el magestuoso caballo de este material que presidía la entrada.
Comimos en un precioso ristorante junto a uno de los cientos de canales de la ciudad para seguir impresionándonos de todo lo que veíamos.
Lamentablemente el primer día en Venecia llegó a su fin, pero mañana nos esperába otro espectacular día.
Al día siguiente, después de desayunar nos montamos en un vaporetto para surcar las aguas del mar Adriático hasta llegar a Torcello, la primera isla habitada. Aquí estuvimos viendo las ruinas e iglesias que aún se mantenían.
Una isla bonita pero sin duda el siguiente destino me iba a enamorar y hacer que se convirtiese en mi lugar favorito del viaje, Burano.
Burano es famosa por sus encajes y sus casas de colores. Esta ciudad hace que los problemas desparezcan y el tiempo se pare.
Sentarse en una de sus terrazas mientras tomábamos algo y veíamos la puesta de sol fue una de las mejores decisiones que pudimos tomar. Completamente recomendable su visita.
Esa noche mi abuela y yo estuvimos hablando de todos los lugares tan maravillosos que habíamos visto hasta ahora, pero no mucho tiempo, ya que al día siguiente tocaba madrugar porque nos íbamos a Florencia.
El trayecto se me hizo un poco pesado porque había caravanapero pude observar unos campos enteros de flores preciosas.
Muchos dicen que Florencia es la ciudad más bonita del mundo pero yo no lo creo. Sí es bonita, es preciosa pero después de Burano nigún otro lugar me iba a parecer tan bonito.
Florencia es la ciudad de los museos, posee algunos de los más importante, como el de la Academia, la galería de los Uffizi... pero puedes ir a Florencia y ver arte sin tener que entrar en ningún museo, ya que en todas partes se pueden ver esculturas dignas de un museo.
Con otra guía estuvimos viendo los lugares más famosos de la ciudad, como su jabalí. Hay una leyenda que dice que si quieres regresar a Florencia debes tocar el hocico de éste.
Lo más impresionante de la ciudad es la catedral. Es tan grande que impresiona. El interior es magnífico pero la fachada es de 10.
Lo que más me gustó de Florencia fue el famosísimo David de Miguel Ángel. Recomiendo coger las entradas al Museo de la Academia, que es donde se encuentra, con antelación ya que hay horas y horas de cola. El museo es muy bonito pero la mayor atracción se la lleva el David. Es increíble la perfección de éste. A la escultura le rodea una pared de cristal, ya que hace un tiempo un hombre con un martillo golpeó la figura. A mi abuela le fascinó. Una visita obligatoria.
La mañana siguiente fuimos a otra maravillosa ciudad, Pisa. Tenía muchas ganas de visitar su torre inclinada y cuando estuve frente a frente con ella me llamó la atención que está mucho más inclinada de lo que parece. En general es un bonito pueblo.
El viaje llegaba a su fin pero no sin antes visitar Mónaco. Este pequeño país me entusiasmó. Desprende glamour, elegancia y lujo por todos los lados. El oceanográfico, el palacio, el casino...todo es precioso.
Por la noche fuimos al casino. Le rodeaban coches carísimos y mujeres vestidas con los últimos modelos de firmas de lujo. Yo no puede entrar porque todavía no era mayor de edad pero mi abuela sí y me contó que es impresionante, y que por ejemplo los grifos de los lavabos eran de oro!.
Pasamos la noche en un hotel muy bonito de Niza y al día siguiente volvimos a Bilbao.
El viaje fue increíble y más aún poder hacerlo con mi abuela.
Recomiendo cien por cien hacer este viaje en bus, es un poco cansado pero recompensa por todos esos rincones maravillosos que en avión no puedes apreciar.
Espero que os haya gustado y que os haya metido el gusanillo de visitarla de esta forma.
Andrea